Pepe Angonoa y Javier Solar pasaron por el Instituto Milenio Villa Allende presentando su libro “Cómo yo gané la guerra”, donde los dibujos de Solar cuentan la experiencia de Angonoa como ex combatiente de Malvinas desde una mirada muy particular.
Por Lucía Argüello | luciaarguello@elmilenio.info
Colaboración: Paloma Argüello y Abril Piedecasas (4to IMVA). Amira López Giménez.
José “Pepe” Angonoa es humorista gráfico. Javier Solar es historietista. A primera vista, la relación parece un poco obvia. Sin embargo, su conexión va mucho más allá de la cercanía de sus respectivas profesiones: Pepe y Javier comparten, ante todo, una afinidad de carácter, vinculada al humor y al dibujo.
Fue esta resonancia natural entre ambos lo que dio origen al libro “Cómo yo gané la guerra”, sobre el cual charlaron con los alumnos del Instituto Milenio Villa Allende el pasado 3 de abril, en el marco de la conmemoración del Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas. Y si bien detrás de cada dibujo siempre hay una historia, la que se muestra a través de los trazos y palabras de Solar es un fragmento real y particularmente significativo de la vida de Angonoa, quien, en 1982, fue enviado a pelear en las islas.
Así, “Cómo yo gané la guerra” es una compilación de anécdotas contadas en formato historieta con un tono ligero y sin adornos, que no cae en la oscura solemnidad de los actos de homenaje ni en la heroicidad épica made in Hollywood. Y si, en ocasiones, el relato se vuelve casi cómico, no es por la presencia de burlas o chistes, sino por lo ridículo y descabellado de las situaciones reales que le tocó vivir a su protagonista. El mensaje final se lee claramente en las palabras de Angonoa: “La guerra es tan absurda, que la única alternativa es la paz”.

El Milenio: ¿Cómo surgió la idea de hacer este libro?
Javier Solar: Yo siempre fui un gran seguidor de Pepe, aunque no nos conocíamos personalmente. Hace unos años, coincidimos en la presentación de un libro y lo escuché hacer un chiste diciendo que le tocó ir a la guerra “porque no sabía ni barrer”. Me pareció que decirlo de esa forma le quitaba cierto manto de oscuridad al tema. Entonces le propuse hacer un libro de estas características, contar la guerra de otra manera y desde un lugar gráfico. Por suerte coincidimos en la perspectiva, así que no fue muy difícil convencerlo.
José Angonoa: Quiero aclarar que esa falta de solemnidad con el tema no significa que le falte el respeto. En todo caso le falto el respeto a la guerra en sí y a todo lo que significa porque odio las guerras. En mi trabajo como humorista gráfico, incluso trabajando para el exterior, siempre he sido el contrincante de los países y los gobiernos que hacen la guerra.
EM: ¿Y por qué eligieron ese tono tan particular para el relato, por ahí casi humorístico?
JA: Yo no creo que sea humorístico, es más bien absurdo. Estamos mostrando una verdad desde otro punto de vista, una mirada donde se pone de manifiesto lo irónico, ridículo y bizarro de lo que pasó. Todo lo que se dice en el libro es como yo realmente lo viví.
Cuando cuento que un día nos sentaron y nos dijeron que nos iban a mostrar “cómo era el enemigo” y nos trajeron una fotografía hecha por teletipo, en blanco y negro, de un soldado inglés de la Segunda Guerra Mundial (o sea, de 40 años atrás), no estoy mintiendo, fue efectivamente así de bizarro.
O la vez que nos pusieron a cortar latitas de cerveza para unirlas con un hilo y así poder comunicarnos de un pozo a otro en las trincheras, cosa que, obviamente, no funcionó. Y no era un colegio donde uno podía hacer un chiste o algún tipo de comentario cuando pasaban esas cosas, todo era severamente castigado.
JS: Son situaciones que realmente sobrepasan la ficción. Pero el tono también tiene que ver con la elección de cierto dibujo como lenguaje de expresión, yo no quería hacer algo documental, la fotografía que todos hemos visto, quería poder abordar a los lectores (y sobre todo a los chicos) de otra manera y me pareció que la historieta podía ser una herramienta interesante en este sentido.
JA: Igual quiero aclarar que hay muchos suboficiales (oficiales casi no había) que estuvieron palmo a palmo sufriendo con nosotros, tratando de ayudarnos y dándonos consejos, tampoco hay que generalizar.
EM: Para vos, Pepe, ¿fue raro, siendo humorista gráfico, que otra persona dibujara tu historia?
JA: Javier dibuja mejor así que no tuve ningún problema. Y si él no me hubiera sugerido esta idea, probablemente nunca hubiera escrito o dibujado sobre el tema. Es más, yo no escribí el libro, sólo le fui relatando las cosas a él, mate o vino de por medio, según la hora del día.
EM: ¿Te resultó difícil volver a revivir ese periodo de tu vida después de tanto tiempo?
PA: Es un trabajo que ya hice con mucho psicólogo y años de terapia. Hoy, gracias a Dios, lo puedo contar, no como otros que quedaron en el camino o se suicidaron años después. Yo estuve a punto, pero por suerte parece que también soy un inútil para eso (aunque terminé en un neuropsiquiátrico y creo que eso fue peor que la guerra).
Javier contó que la idea del libro le surgió a raíz de un chiste mío. Para mí, esa es la forma de exorcizar todo lo que me pasó en la guerra, bromeando. Por ser yo mismo quien la estuvo pasando mal allá, me puedo dar el lujo de hacer chistes. Trato de sacarle un poco de dramatismo, la vida ya es dramática de por sí y a todos nos toca vivir nuestras guerras.
Yo no creo que Malvinas haya sido lo peor que me ha pasado ni me siento orgulloso de haber ido, no me siento merecedor de ninguna distinción. Malvinas me hizo mucho daño, pero seguí adelante e hice un montón de cosas. Si hoy me ven que sonrío, es porque estoy contento de estar vivo.

EM: ¿Cómo ha sido la respuesta del público al libro?
JS: Hasta ahora, excelente. De hecho, uno de los lugares donde mejor nos ha ido fue Mar del Plata, que históricamente tiene una gran dedicación al tema de Malvinas. Siempre tuvimos la fantasía negativa de que en algún momento nos iban a querer linchar con picas y antorchas (y yo diciendo “¡yo no fui, sólo dibujé!”), pero la verdad que ha sido todo lo contrario, el libro fue bien recibido en todos lados. Recuerdo que una señora cuyo marido trabajaba en el servicio militar quería comprarlo para sus hijos y el tipo le había dicho “la guerra no es un chiste”, pero cuando finalmente lo leyó, la reacción fue: “esto está muy bien”.
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